El regreso a la cancha de baloncesto de todos los menorquines no pudo completarse con una victoria. El Sant Adrià fue superior al Bàsquet Menorca (69-91), no estuvimos a la altura de lo que el acontecimiento quizá merecía. O no pudimos estarlo, o no nos dejaron, o quisimos y nos bloqueamos. Es deporte, somos humanos, con sus circunstancias propias y ajenas, con esos elementos incontrolables que en ocasiones nos descontrolan.

En cualquier caso, el 30 de septiembre de 2017 pasará a la historia del deporte insular porque el baloncesto de competición oficial y nacional ha retornado al Pavelló Menorca. Feliz noticia, especialmente alentadora porque la reapertura de sus puertas para vosotros –socios, seguidores, aficionados, curiosos o nuevos en la materia- se tradujo en un acompañamiento al equipo en número y apoyo ciertamente reconfortantes. Sois uno de los principales sostenes del Bàsquet Menorca. En la retina quedarán para siempre imágenes que dotan a este proyecto de más energía, vigor y fuerza. Y, sobre todo, le otorgan todo el sentido para el que se está edificando.

Carlos Sintes, Quim Salvans, Sergi Llufriu, Biel Torres y Andreu Matalí formaron el primer cinco inicial de esta nueva etapa. Y Sergi Llufriu fue el autor de la primera canasta oficial del Bàsquet Menorca –¡un triplazo!- en el hogar del baloncesto insular. Un primer enceste revelador y significativo. Simbólico. Llufriu marchó de Menorca con apenas 14 años, en edad cadete, y ocho años después regresa a la isla porque cuenta con una plataforma -¡en casa!- donde crecer y proyectarse, junto y paralelamente al proyecto. Como podrán hacerlo Carlos Sintes o Joan Nuevo –o quien quiera o pueda sumarse a este estimulante propósito-, al cobijo de la maestría de esos menorquines de adopción, que comparten su experiencia y talento, extraordinarias personas y deportistas que son Dani García, Pitu Jiménez o Andreu Matalí; y junto al nivel del resto de jugadores que han creído en el Bàsquet Menorca.

Y vayamos al partido. El Sant Adrià no nos sorprendió, pero sí nos superó. En el salto inicial ya puso en práctica su vertiginosa concepción de este juego. A los siete segundos Lobo convertía el 0-2. La respuesta, vía 6.75, de Llufriu. Intercambio de ‘golpes’ a un ritmo excesivo para nuestro intereses. Su presión al balón a toda pista, sus diferentes propuestas defensivas –siempre asfixiantes-, sus ataques libres y de duración ínfima. Llegar y tirar, penetrar y doblar. Lo sabíamos, pero no aplicamos la fórmula exacta para contenerlo. Y nos precipitamos, y perdimos muchos balones y no controlamos el rebote en nuestra canasta.

Nuestra variedad de recursos ofensivos nos mantuvo en el partido, pero menos de lo que hubiéramos deseado. 5-4 fue nuestra segunda y última ventaja (13-13, 15-16). Y en un abrir y cerrar de ojos se consumió en primer cuarto con -7 (16-23).

No es excusa, pero sí es realidad. El valor de Pitu Jiménez, Jan Orfila o Dani García en este equipo y en su crecimiento es incuestionable. Ya llegará el día en que podamos estar todos y remar en la misma dirección. Y en esta línea, los imponderables tampoco nos lo pusieron fácil. Al contrario, fueron a más. Antes del ecuador del segundo cuarto se nos rompía Andreu Matalí, mientras el Sant Adrià completaba un 0-9 a caballo entre cuartos (16-29), que dos contras culminadas por Biel Torres aplacaron mínimamente (20-29).

En la salida del periodo debutó Marinko Krtalic. Pero el joven bosnio fue víctima de los nervios, no entró enseguida en el partido y nuestro entrenador Oriol Pagès prefirió darle un margen para tranquilizarse y lo devolvió al banquillo apenas dos minutos y 4 segundos después. El quinteto catalán nos seguía golpeando y amenazaba con romper el partido. Un triple de Isma Seguí contenía mínimamente la carga rival (29-41) ya en el último minuto previo al intermedio. Pero el Sant Adrià se había crecido, cargado de confianza y aciertos para generarnos dudas y desconcierto (30-45 al descanso).

El tercer cuarto llevó la firma de Carlos López (11 puntos, 3 de 3 triples). Su primer acierto desde el perímetro nos dejó cariacontecidos, no logramos entrar en el partido como se debería desde la defensa y un reguero de técnicas y antideportivas no condujo a un punto sin retorno (41-71, a 2:43 de concluir el parcial). 49-72, final de cuarto.

Al borde del precipicio, el equipo alcanzó a alzar la mirada, tirar de orgullo y otorgar a la grada con un último cuarto más acorde con nuestras posibilidades de juego –marcador al margen-. Con muchas idas y venidas al tiro libre, demostraciones de coraje en el rebote ofensiva y un Krtalic más relajado y productivo en ambas pistas, el Bàsquet Menorca pusimos freno al descalabro (65-84, parcial de 24-13) y nos autoconvencimos que, en el largo camino que nos queda por recorrer, vamos a tener todos juntos ocasión de recoger el merecido fruto que, por trabajo y afición, nos vamos a merecer. El electrónico cerró la cita con un 69-91 para la reflexión, hecha de inmediato en el vestuario. Porque no queda otra, porque vosotros –afición- nos habéis mandado un mensaje y lo hemos recogido. Si vosotros queréis estáis, nosotros debemos estar. Gracias por venir y hasta la siguiente cita.